Sunday, November 29, 2009

Cinco cubanos presos/NADA QUE DECIR


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Hay, en los Estados Unidos, al menos dos leyes: una para los ricos, con todas las tangenciales posibles para que los culpables evadan el castigo, y la otra para los demás, dentro de la cual el pobre (especie en rápido crecimiento en la superpotencia) es de hecho más que sospechoso. El ladrón de una hogaza de pan puede esperar peor castigo que los ejecutivos que hurtan millones -o billones- de dólares. Y el robo legal, como aquel impuesto por George W. Bush -en favor de sus amistades- de casi ilimitada tasa de interés en las tarjetas de crédito y variados otros ejemplos, en lugar de execrarse se ensalzan. Para ser claros: un reducido grupo de ladrones -gerentes, banqueros, financistas- se enriqueció de tal manera, empobreciendo vastos sectores de la población, que el desbalance echó a los EUA por el suelo, tan abajo que Barack Obama tiene hoy que visitar China con la cabeza gacha porque los chinos son los grandes acreedores ¿dueños? de un país en descomposición.

Se niega que haya presos y asesinatos políticos en Norteamérica. Esa es, y siempre fue, una mentira. En 1915 se ejecutó en Utah al activista, músico y poeta de origen sueco, Joe Hill. El pretexto de un crimen escondía su verdadero pecado: ser miembro de la IWW (Industrial Workers of the World) y cuestionar el status quo. Una década después Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti sufrieron la misma pantomima de justicia y fueron electrocutados, sin olvidar a Ricardo Flores Magón, icono de la revolución mexicana, muerto en 1922 a manos de sus guardianes en la prisión de Fort Leavenworth, Kansas.

Los casos son muchos, anteriores y posteriores a los mencionados. Por años se escondió el lugar de Haymarket donde se ahorcó a los mártires de Chicago. Mi padre lo buscó hará una década, sin rastro, hasta que un jesuita vecino del lugar se lo expuso. Hoy existe una escultura conmemorativa con placas de diversas organizaciones obreras internacionales. Pero el Primero de Mayo, fecha de su muerte y
conmemoración en el mundo entero, ha sido enterrado en el historial hipócrita de los Estados Unidos.

Hace once años, en 1998, en Miami, Florida, se detuvo a cinco cubanos (de un inicial grupo de diez) y se los acusó injustamente de espionaje, echándoseles encima toda la sátira jurídico-electoral de este país. Su crimen: haber infiltrado asociaciones terroristas de la gusanera/mafia que complotaban para ejercitar su fobia criminal en contra de la población de la isla. El material, compuesto de filmaciones, grabaciones, etc., que habían reunido y que evitaron el terror, fue compartido por Cuba con el gobierno
norteamericano, que reaccionó como no podía esperarse diferente arrestando a los sujetos equivocados, protegiendo a delincuentes mimetizados entre un poderoso electorado, el cubano-americano, vital en la elección del 2000 y siempre importante para la reacción.

Ahora en diciembre 8, y ante la mirada reprobadora del orbe, la justicia norteamericana emitirá una resentencia a dos de ellos. ¿Qué esperar, si algo? Tal vez que prevalezca lo obvio: la inocencia de los acusados, sometidos al vejamen del encierro, del confinamiento solitario, de la privación de ver familiares, de penas en asombro ridículas.

Estados Unidos tiene un discurso dual. Dice combatir el terrorismo y protege a terroristas como Orlando Bosch y Luis Posada Carriles. Dice que no tortura y sí. Lo triste es que el destino de estos cinco hombres duerme entre sus manos.
28/11/09

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Publicado en PUNTOS DE VISTA (Los Tiempos/Cochabamba), 29/11/09

Imagen: Giovanni Battista Piranesi/Bajorrelieve con leones-Carceri Blatt V, 1760

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