Friday, November 20, 2009

El revolucionista


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Me presto el título (The Revolutionist) del escritor Keith Gessen para recordar a Alexander Herzen. En Broadway se muestra una pieza de Tom Stoppard, dramaturgo inglés, dedicada a la azaroza vida sentimental y política del gran pensador ruso en el exilio de Londres. Mucho no me interesa el teatro pero la rememoración de Herzen me devuelve a la dichosa época en que leía sin pausa ni responsabilidad.

Es allí, en el oscuro recinto de los Amigos del Libro, España esquina Heroínas ¿Perú?, Cochabamba, que luego de haber reunido ciertas monedas pedí que sacaran del estante superior, donde ubican a los libros que nadie compra, la biografía de Miguel Bakunin (príncipe convertido en ácrata) por el historiador E.H. Carr. Buena parte de la sobresaltada vida del revolucionario se desarrolla en el también exilio londinense, donde la brillantez de Herzen se une a la clarividencia bakuniana y al poeta Nicolás Ogarev, para dar a luz publicaciones subversivas que se introducirán subrepticiamente en el imperio y crearán, más Herzen que Bakunin en el momento, los gérmenes de la revolución rusa.

Luego, en Buenos Aires, en su inconmensurable variedad literaria, Carr se añadió a mi biblioteca personal con "Los exiliados románticos: Bakunin, Herzen, Ogarev", donde la odisea se circunscribe a aquellos días conjuntos en Whitechapel, a donde un día arriba el socialrevolucionario Chernichevski, en visita al idolatrado Herzen, para recabar las pautas del movimiento social en Rusia, y se topa con un gigante intelectual enfrascado en actividades domésticas y gritos de niños por todos lados. Contrasta Herzen con Marx y su adusta vida familiar. "Estos rusos", diríamos, con sus veleidades y sus disputas triviales. Los mismos que convulsionaron el mundo moderno. Habitaban el frío páramo inglés y lo activaron con sus reyertas conyugales y su casi irrefrenable actividad.

Es lástima, pero eso añade al lado humano, que los tres rusos que producían "La Campana" conviviesen en un ámbito trágico de adulterio y, en cierto modo, deslealtad: la mujer de Ogarev alumbra una hija para Herzen, la esposa de éste se enreda con el poeta Georg Herwegh cuando Herzen y Herwegh inician el proyecto de una comuna dual entre las dos familias. Escándalo que sacude a la izquierda europea y, como anota Gessen, se discute en Niza, Zurich y Ginebra.

A pesar de ello la actividad política no cesa y son los escritos de Herzen los que iluminan el camino de las nuevas organizaciones populistas rusas. El maestro ha indicado que se debe "ir al pueblo" y los intelectuales rusos así lo hacen. Más tarde excederán en la práctica sus enseñanzas. El autor del artículo justamente describe que en la Rusia de 1860 había dos nombres opuestos que la personificaban: el del zar Alejandro II y el de Alejandro Herzen. "Tierra y Libertad (Zemlia i Volia)", la "Subdivisión negra (Chorny peredel)" y luego la notoria "Voluntad del pueblo (Narodnaia Volia)" conmueven los tradicionales cimientos de la autocracia. Por fin ve Herzen, adicto desde su infancia a la memoria de los decembristas que se opusieron a Nicolás I, la posibilidad concreta de una rebelión en la Rusia que jamás olvidó y amaba. Los narodniki, miembros de la "Voluntad del pueblo", optan por el camino del terror e incluso Lenin, enemigo de las expresiones excesivas de la revolución, mantendrá por ellos cierta veneración y, en el lado teórico, respeto por los escritos de Herzen que sin duda fue el cerebro más brillante de la "generación del cuarenta" (que incluye a Bakunin, Turgueniev, Belinsky, Ogarev, Stankievich).

Las memorias de Herzen, aparte de sus escritos revolucionarios, reflejan toda la etapa inicial de lo que resultaría la génesis de la revolución mundial. Isaiah Berlin, que rescató a Herzen de sus usuales décadas de olvido -lo hizo antes Lenin-, destaca aquellas memorias como un hecho literario fundamental, merecedoras de ubicarse entre las grandes obras literarias rusas, junto a Turgueniev, Tolstoi y Dostoievski. Con la salvedad, me atrevo a decir, del carácter dual de sus líneas, artísticas por un lado y subversivas por el otro. Dicen que Marx aprendió a leer ruso en ellas, como -de acuerdo a la autobiografía- Miguel Bakunin aprendió alemán en sus lecturas de Fichte y de Kant.

Bakunin fue fundamental para Herzen. No lo opuesto ya que el creador del anarquismo moderno era un ogro autosuficiente y apresurado. Bakunin subyugó a Herzen y bastantes enojos le causó. Cuando en el prefacio a su libro "Desde la otra orilla" (ensayos de 1848) Herzen dice que "Nosotros no construimos, nosotros destruimos", se anuncia detrás la imponente personalidad de Bakunin, con su enigmática y ya mítica aseveración del poder creativo de la destrucción.

Acompaña mis recuerdos de aquel particular grupo de amigos y seguidores una compilación (musical) de la Internacional, en varias lenguas. Pete Seeger canta en francés acompañado de guitarras; con aire marcial la entonan los alemanes, mientras un dúo español le da aires de nostalgia.

He estado leyendo a Víctor Serge, su recuento de la Revolución Rusa y todo lo que un revolucionario debe saber sobre la represión. Mientras habla de la Ojrana, la policía política zarista, entremezcla algunos nombres de terroristas famosos y otros menores; recuerda el papel a veces confuso de la policía secreta. No menciona a Herzen, pero éstos -unos apóstoles, otros criminales- son los frutos del gran exiliado. Escribía Herzen a Ogarev que así como ellos eran hijos de los decembristas, los que combatían con bombas y revólveres en la lejana patria eran sus propios hijos pródigos.
7/11/06

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Publicado en BRUJULA (El Deber/Santa Cruz de la Sierra), noviembre 2006

Imagen: Alejandro Herzen

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