Tuesday, November 29, 2011
La revolución deformada/ECLÉCTICA
Elegí un filme entre los muchos que había por interesarme el tema sobremanera. ¡Viva Villa!, dirigida por Jack Conway en 1934, producción de David O. Selznick. Hacía largo tiempo que de la biblioteca de papá tomara un libro de título homónimo escrito por el periodista-historiador norteamericano Edgcumb Pinchon, que me abrió paso a la Revolución Mexicana, como excelente prólogo para el México insurgente de John Reed y las obras de Martín Luis Guzmán y Mariano Azuela. Las páginas de Pinchon daban una cabal y creo equilibrada visión del conflicto. Los años han pasado y hoy, a falta de relecturas, quizá no perciba su valor real, cualquiera que sea. La película, cuya cubierta muestra a Pancho Villa ante un vaso de cerveza, él que nunca bebía, dice tomar como referencia el citado libro. No necesitaba más para llevarlo a casa y ponerlo en el video cuando el día calma su agitación.
¡Viva Villa! está plagada de deformaciones: el lugarteniente de Villa, Rodolfo Fierro, apellida Sierra mientras llaman Pascal al fatídico Pascual Orozco. Quizá se deba a intento de evitar juicios civiles porque el filme no puede eludir ni los históricos ni los artísticos. El crítico a cargo de la guía Penguin de cine reconoce estas deficiencias pero alega que la cinta posee cantidades de humor. Humor a la norteamericana será porque, y sin ánimo de falsa seriedad, no hay chiste en presentar hechos sociales tan importantes bajo una perspectiva ignorante. El Villa de Conway antecede perfectamente a Cantinflas. Si bien de origen humilde y sin maneras "decentes", Villa era un hombre dotado de extrema inteligencia, la misma que le permitió jugar al gato y al ratón con el general Pershing, gloria de las armas estadounidenses. Esta parodia de Hollywood sirve para llenar expectativas de un público acostumbrado a no mirar más lejos que sus narices, y a comer pop corn mientras lo hace. Para tristeza suya, Pancho Villa no forma parte del folklore como les gustaría sino de la historia.
Sucede lo mismo con ¡Viva Zapata! (1952) de Elia Kazan. La lucha agraria del sur de México se ve reducida a 113 minutos de una oscura historia de amor, la del pobre que se eleva por encima de su clase gracias a méritos militares -en este caso- y se enamora de la niña rica a la que nunca hubiese alcanzado. La Bella y la Bestia del otro lado de la frontera. Cuesta creer que el guión de este Zapata lleve la firma de John Steinbeck, autor cuyos personajes son de dramática intensidad, pero que no supo, hablando de un caudillo extranjero, darle justa perspectiva. Hay un intento de moraleja respecto del poder, muy gringo porque este es el pueblo que mejores consejos "morales" suele dar. Me pregunto por qué tanto Eisenstein como Bondarchuk alcanzaron fidelidad en sus imágenes de México, en cine, y Lowry y D. H. Lawrence en literatura. Tal vez se deba a cariño por la sufrida tierra, amor por su pasado, comprender desesperanza y dolor. Puntos que difieren en mucho de las vanas apetencias de un público ávido de circo pero no de verdad.
4/5/04
Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), mayo, 2004
Imagen: Afiche del ¡Viva Villa! de 1934
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