Claudio Ferrufino-Coqueugniot
¿Somos un pueblo borracho o rebelde? ¿Ambos? ¿Se puede catalogar a un colectivo a través de una muestra por azar? Preguntas sin respuesta, o con contestación afirmativa y negativa en todos los casos y al mismo tiempo. Quizá por eso somos tan complicados y resulta difícil, sino imposible, tratar de hallar una idiosincrasia (subrayada) que nos defina, como se puede hacer quizá con grupos más antiguos y mejor cohesionados.
¿Somos un pueblo borracho o rebelde? ¿Ambos? ¿Se puede catalogar a un colectivo a través de una muestra por azar? Preguntas sin respuesta, o con contestación afirmativa y negativa en todos los casos y al mismo tiempo. Quizá por eso somos tan complicados y resulta difícil, sino imposible, tratar de hallar una idiosincrasia (subrayada) que nos defina, como se puede hacer quizá con grupos más antiguos y mejor cohesionados.
Indisciplina, al
menos, y desconfianza, recelo permanente del gobierno y del poder, lo que no es
mala cosa si contamos con los ejemplos que nos han tocado en nuestra vida
republicana. Jorge Luis Borges explicaba, haciendo una diferencia entre los
Estados Unidos y la América al sur del Río Bravo, que la policía en el norte,
actuaba del lado de y por la población; por tanto existía relación de confianza
y apoyo mutuo entre ellas. De México hasta la Patagonia, lo opuesto. La
policía, o cualquier otro estamento de poder: militares, ministros, jueces,
cobradores de impuestos, etc. se consideran enemigos y se actúa con ellos a
partir de tal premisa. ¿Ha cambiado eso con el Estado Plurinacional? De ninguna
manera, a pesar de la masificación y del hábil manipuleo de la casta
dirigencial a través de premios e incentivos.
Recuerdo, durante
las negras horas de la dictadura garcimezista, cuando jóvenes desdeñábamos el
toque de queda, en el que se asesinaba, para bebernos unos tragos en lugares
que siempre estaban concurridos a pesar del miedo. Oí que en cierta ocasión los
militares detuvieron una boda entera, banda incluida, que violaba largamente
sus órdenes. Los trasladaron, a todos, novia y novio, trompetas y vocalista, al
estadio u otro centro de detención y los obligaron a bailar el resto de la
noche bajo el ritmo de “Casita de pobre”, canción de moda por entonces y la última
que sonaba en la fiesta cuando llegaron los perros.
Ahora fue el
censo y se secuestró a la población para que ni siquiera sacasen a las mascotas
de casa para mear. Los amos circunstanciales así lo decretaron, con argumentos
tan sólidos como el chicle Adams, el que se utiliza, o utilizaba en mi tiempo,
para disimular el tufo. No faltaron los intransigentes que a pesar de todo
decidieron que un día libre se asocia íntimamente con el concepto de fiesta y
festejaron. A la cárcel con sus huesos, y sus bicicletas, automóviles,
borceguíes y abarcas. Con el tiempo la anécdota será de regocijo, de machismo y
rebelión impenitentes: a mí no me censaron; no me dejé censar; que no jodan;
que se vayan a la mierda, y opiniones similares, comunes y características,
afines.
No faltó una
radio, la postrera ligazón con el mundo congelado, que declaraba que se “capturó”
un bus (¡!) con 36 personas alcoholizadas. El número es sintomático. Quizá se
trataba de una reunión de delegados de las 36 etnias que componen nuestra
plurinacionalidad. Siendo ese el caso, los festejantes tendrían el derecho,
algunos, que les autoriza su cultura y costumbres, de no dejarse censar, porque
hay pueblos que no reconocen fronteras o para quienes divisiones políticas y
actores de opereta eso son: papeles desvalorados.
Además, hay que
decirlo, aunque no sé si ha sido general, los que censaban andaban armados de
un lápiz y un borrador, o jebe, como se conoce. Las anotaciones se hacían a
lápiz, quitándole al asunto legalidad. Sin contar con las preguntas dirigidas
que los de arriba sabrán usar en beneficio propio, mientras los de abajo “en su
abajo” continúan.
Borrachos o
rebeldes, a mí me hubiese gustado estar en la bailanta de “Casita de pobre” y
no con los milicos. O en el colectivo ebrio sin que nadie me empadrone o
apadrine. Me pregunto, para la estadística y por curiosidad, de que línea era
el transporte, y si recogía a sus bebientes de a uno en las paradas o andaban
en montón.
22/11/12
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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 23/11/2012
Imagen: Escena del film animado Animal Farm, 1954
Esa historia de la boda es muy atractiva. ¿Existirán más detalles al respecto?
ReplyDeleteSaludos cordiales, amigo Claudio.
Muchos, Jorge. Trágicos y cómicos. Abrazos.
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