Friday, May 24, 2013

El gran poder/MONÓCULO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Nunca asistí a la famosa entrada del Gran Poder, la mejor expresión indoamericana del capitalismo entusiasmado, o muestra innegable de la pujanza aymara para elevarse por encima de achachilas y vainas o no del supuesto pasado y del exuberante presente. La fiesta, en Bolivia, es la cima de la nacionalidad, más incluso que el carnaval carioca que algunos sociólogos han considerado una revolución social.

En el muestrario popular, de un autoctonismo comparable con el “Belzu ha muerto, ¿quién vive ahora?”, está la memoria recordada, quizá inventada, de Hilarión Daza postergando la guerra para continuar el carnaval. La certeza deja de importar, porque ambas situaciones, la del Tata asesinado por Melgarejo, o la del presidente pidiendo chitón para no agriar el jolgorio, nos desnudan a la perfección, nos dejan culipelados ante la historia y su juicio.

Sentados en la tarde cochabambina, hace un par de semanas, conversaba con mi padre acerca de los bloqueos incesantes y multitudinarios por los beneficios de jubilación. Me aseguraba él, conocedor de sobra de su ganado -como se dice-, que aquello no llevaría a nada, que pronto el espíritu de festejo postergaría cualquier reivindicación. Este es el único país del mundo donde se detendría una revolución para ejercitar pasos de moreno, rugidos de diablo, o azote de calzones multicolores de las otrora chinas supay, hoy barbies, que dan el toque sensual y carnal a este matrimonio del cielo y el infierno (no a la usanza de William Blake sino a la de Choquehuanca).

Cómo podría ser distinto. Somos la república de la papalisa y el camote, la catedral del trago, tierra donde los gobernantes se hallan prontos a intercambiar la máscara de estadistas por el rostro de pepinos. Se culpa a Evo Morales del desmán de ser tales, cuando en realidad siempre lo fuimos, excepto que el presidente actual, únicamente emulado por Barrientos, comprende la idiosincrasia de un pueblo ávido de latapukus y de mentirse a sí mismo. Dotes de político, o solo dotes de boliviano…

Imaginen a Lenin en Cochabamba, en Urkupiña; o en La Paz del Gran Poder. Su agenda tendría que chequear con minuciosidad el calendario. No fuera que justo en la fecha del golpe bolchevique la nación camba-colla festejase una virgen, o al señor de Bombori, o al de Mayo, de Junio y de Julio; de Agosto y de Septiembre. El calvo se estiraría los inexistentes cabellos y se exiliaría de buena gana otra vez en Sushenkoie, tratando de olvidar la liviandad de los pueblos, el infantilismo atávico. La historia otra, con nosotros en el timón; seguro.

Entre mandarines hasta inicios del siglo XX, o entre organizaciones tribales desperdigadas, encontramos efusividad semejante. Un ejemplo cercano, el de una boda virreinal en Chuquiago, con trajes de opereta plurinacional que detestaría Chimpu Ocllo, Garcilaso el Inca, pero que empalma de maravilla con un tiempo en que el parlamento onomatopéyico se ha convertido en el zoo del emperador Moctezuma II. Pocos lugares, repito, tal vez ni en Kosovo, en que un coito oficial guarda protocolo de ajtapi.

Volvemos a la deliciosa tarde cochabambina, con pukacapas para el té, donde un sentencioso progenitor augura el fin de marchas y bloqueos. Por lo que somos, pero, y también sobre todo, porque se acerca la fiesta y nadie quiere perdérsela. Ni el déspota ni los desposeídos. Mejor lo hacemos mañana. Mientras tanto los de arriba juegan fútbol, incluso con el gringo tonto. Pasear la camiseta así es casi como mear los perros, marcando territorio.
23/5/13

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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 24/05/2013

Fotografía: Morenada, Bolivia

4 comments:

  1. "Pasear la camiseta como mear los perros"..,ja! Elocuente imagen de un infame asno ególatra q quiere estamparle su nombre y su apestosa huella a todo lo q le sea posible..Muchos millones d paisanos, ciegos, encantados y brutos como el séquito o corte d lambiscones del Pichicatakuti.
    Nada como la sabia perspectiva del patriarca, del ejemplar por infinitamente corajudo padre, estimado Claudio. Gracias por compartirla! Abrazos.

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  2. A muchos no les gustará el texto. Lo tomarán personal, querido Achille, obviando que el sarcasmo es reflejo de algo que se está pudriendo y los va a arrastrar consigo. A darles, mientras podamos, para que vapuleados se den cuenta de que no pertenecemos a ellos.

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  3. Qué delicioso es el quechua que permite expresiones irónicas como "lataphukus" que le viene bien al caudillo, compitiendo con otro que le viene mejor todavia "wayrajayt'a" en alusion a su torpeza supina para golpear la pelota."Al pueblo le gusta y vamos a seguir televisando los partidos, no importa la plata que se gaste" declaró en alguna ocasión Evo el Austero. Un saludo.

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    1. Toda la razón, Jorge, respecto del idioma. Y acerca de las declaraciones del Austero, esperemos siempre más. El wayrajayta ¡ni se lo digas! que te vas en cana. Abrazos.

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