ALEX AILLÓN VALVERDE
1.-El título de tu última obra Muerta ciudad viva,
nos lleva a una primera pregunta ¿cuál es la ciudad a la que te refieres? ¿Cómo
ha sido tu relación con las ciudades en las que has vivido? ¿Sientes que esta
es una novela urbana?
Es Cochabamba, en
una faceta que no desdice su belleza y bucolismo, pero que vive al margen. Por
eso, a ratos, el personaje es capaz de oler los eucaliptos, mirar los cerros.
Hay una ciudad que vive, y él en ella, y otra que lo mata. No es un asesino real,
o una región suicida, aunque lo parezca a través de sus oscuridades, las cuales
se podrían explicar por fenómenos sociológicos, económicos, pero no se trata de
eso el asunto, más bien de la percepción exacerbada del individuo ante un ente
abstracto que semeja presente en la realidad.
Adoro las
ciudades, en todas sus máscaras, y Cochabamba entre ellas, la soleada y plácida
que disfrutamos, la sombría que oscurece y muchas veces no amanece más.
Novela urbana,
con ese dejo rural que nos queda de nuestra historia, pre y post revolución
nacional. La ligazón del cochabambino con el campo sigue siendo muy estrecha.
2.- Cómo ubicas tú último libro en el contexto de
toda tu obra ¿Cuál es el momento en qué decides escribir esta novela?
Estaban las
ganas, desde hace mucho. Creo que es una novela largamente pensada que encontró
el resquicio preciso para materializarse. Sigue, al menos en estilo y espíritu,
una línea de penumbra, dolor y brutalidad que habita en mis anteriores libros.
3.- El Exilio voluntario es en buena parte una
construcción de la memoria, de tu posición como escritor inmigrante en Estados
Unidos, ¿Muerta ciudad viva cuánto tiene de autobiográfico?
Muerta ciudad
viva es la contraparte local de El exilio voluntario. Cronológicamente su
argumento precede a aquel de la emigración. Diré que El exilio comienza donde
se acaba Muerta ciudad, a pesar de que no hablamos de los mismos personajes.
Hay circunstancias relatadas en el nuevo libro, que aparecen como
circunstancias efímeras en la novela, también urbana, del boliviano en USA. ¿Lo
autobiográfico? Bastante. Pero el escritor se apropia como suyas de otras vidas
y experiencias, lo sabemos. Hay mucha gente que habita en el personaje central,
sabiéndolo o no.
4.-Ramón Rocha Monroy, quien ha presentado estos
días tu novela en la Feria del Libro de Cochabamba ha dicho que pocos
escritores hay en Bolivia y el mundo que tengan el imaginario doloroso,
escéptico y rebelde de Claudio. Y que para ubicarte habría que leer a Petronio,
Rabelais, Lautréamont, Bukowski, Henry Miller, Celine, Cioran y Jaime Saenz.
Dime Claudio ¿con cuál o cuáles de ellos te identificas más y por
qué?
Bueno, son todos
autores que he leído y disfrutado en su momento. Creo que todos ellos comparten
algo de lo que se relata en el libro. Ramón habla del dolor, la rebeldía, el
escepticismo. Lo encuentras en cada uno de ellos. Lo sombrío y lo amargo
también.
5.- Por último, en qué trabajas ahora y cómo lo
trabajas, cuál es tu método general de escritura, esto ha cambiado con los
años?
Varios proyectos
de novela, algunos tan antiguos como una década. El hecho de írseme cerrando
espacios como columnista, me da -espero- el tiempo para dedicarme a obras de
ficción. No tengo método; lo he dicho en otra ocasión, escribo cuando puedo,
cuando la lucha por la supervivencia y las obligaciones cotidianas lo permiten.
Pienso que eso le añade algo de sal.
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Publicado en Puño
y Letra (Correo del Sur/Chuquisaca), 05/11/2013
Foto: Aly
Ferrufino-Coqueugniot
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