Tuesday, April 26, 2011

Chac, dios de la lluvia, de Rolando Klein/ECLÉCTICA


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Rolando Klein: un nombre que no me decía nada; una desconocida película con un tema interesante si se ha leído el Popol Vuh.

Klein, director chileno con estudios en Estados Unidos, vivió durante dos años en un poblado nativo, Tejepán, de la región chiapaneca, en México. Una rara atmósfera envuelve la realización del filme en 1976. Presentado al público, tuvo inexistosa y efímera vida en la pantalla, terminada con la bancarrota de la productora. Luego desapareció por veinticinco años hasta que en 2001 una empresa norteamericana lo recuperó y lo puso en DVD.

De argumento simple -Klein quería que incluso sus hijos pequeños la entendiesen sin saber leer los subtítulos-, la cinta despierta sin embargo conflictivas sensaciones que como semi occidentales tenemos ante mundos extraños. Rodada en dialecto tzeltal, hoy con subtítulos en inglés, se la considera un hito de la fílmica mundial, un "objeto de culto". La presentación de contratapa la hermana al "Aguirre, la ira de Dios", de Herzog, a "El Topo", de Jodorowsky y a "Walkabout" de Nicolas Roeg. Quizá la temática de perseguir un imposible, la búsqueda de la lluvia para aliviar la sequía del poblado en "Chac", facilita estas similitudes. También la poética, oral o silenciosa, que la circunda. Hay en los mitos mayas una riqueza literaria excepcional, que sobrepasa sus posibilidades religiosas y que impulsa la imaginación. La sencillez argumental no se interpone entre el auditor y el suspenso que esa extraordinaria mítica aviva. La presencia de lo sobrenatural, que no necesita sino de algo de efectos especiales para subyugar, es más tácita que explícita y si bien no se concreta en figuras deja la sensación de haber estado ante un misterio que augura sombras, aves de rapiña, jaguares, transformaciones inesperadas que se dan únicamente en la cabeza del espectador.

La creación del mundo, o la definición del día y la noche que vendría a ser lo mismo, nacen, en la tradición cristiana, como efecto del deseo megalomaníaco del ser supremo de fundar la base de su devoción. Es unilateral. En la visión maya, el mundo antiguo se hallaba bajo el dominio de nueve señores de la oscuridad, falsos dioses que se alternaban el poder y mantenían al hombre maya en perpetua sombra, hasta que dos mellizos hechiceros logran con su magia seducir a los señores oscuros e inducirlos al sacrificio prometiéndoles una resurrección que jamás ocurrirá. La aparición del día para los mayas sobreviene a causa de aquel hábil truco. No otra cosa resulta ser el shamanismo que tratar de engañar al amo del universo, señores del fuego o del agua, con complicados ritos que aparentan tener como meta conseguir su gracia.

En "Chac", los pobladores de la aldea recurren al auxilio del brujo local primero y luego al de un anacoreta de la montaña. Hay una brega subconsciente entre el pragmatismo -moderno en cierta manera- y la tradición con su gama de complicada teatralidad. El propósito es traer la lluvia que fecunde la mies, asunto que se logra al final cuando ya el cacique busca ejecutar al adivino por su supuesto fracaso. En ese instante se ha roto el delicado cordón que unía al poblado con las creencias ancestrales y lo pone ante una nueva y más difícil realidad en un campo ajeno y hostil.

"Chac", catalogada como película más para el "interés de estudiantes de antropología" en la guía de cine Penguin 2004, donde además se confunde Chiapas con "un lago en Sudamérica", marca en verdad un punto que filmes incluso como "El señor de los anillos" explorarán dentro de otras culturas.

El negro cielo de Colorado anuncia lluvia. Quizá tengan razón los quichés y sea Chac que sobrevuela el espacio con su trompa elefantiaca, más calabazas llenas de líquido desde donde se desborda la lluvia.
29/06/04

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Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), 6/2004
Publicado en Fondo Negro (La Prensa/La Paz), 2004

Imagen: Chac, dios de la lluvia

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