Wednesday, August 24, 2011
Tejidos indígenas del sudoeste/MIRANDO DE ARRIBA
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Los tejidos indios del suroeste norteamericano, al igual que los andinos, representan mucho más que interesantes piezas de museo. Hechos en primer lugar para servir de vestimenta o de abrigo, la pericia con que se los tejía, y la calidad de sus diseños y colores representaban un orgullo cultural para cada nación. Una mujer zuni tejió una extraordinaria manta para mostrar que ellos podían tejer como los navajo.
Reviso un excelente catálogo de tejidos de Arizona, Nuevo México, sur de Colorado, creado por un hombre llamado Joe Ben Wheat que se dedicó a rescatar antiguas piezas textiles y a catalogarlas científicamente. Se encuentran diseminadas por todo el país en museos y colecciones particulares. Así como muestran la maestría de los pueblos que las fabricaron, son testimonio de su misma debacle. Observo un hermoso sarape navajo, de tonos amarillos y figuras geométricas, tejido alrededor de1860, que perteneció al jefe cheyenne Antílope Blanco muerto en la masacre de Sand Creek, Colorado, 1864, y tomado de su cuerpo como botín por algún soldado ebrio. Hoy cuelga en las paredes de la School of American Research, de Santa Fe, Nuevo México, como recuerdo de una de las tantas culturas sacrificadas en nombre del lucro más que del progreso.
Cada frazada, manta, poncho o sarape tiene su historia particular. Los más antiguos, acoma, tienen gran sofisticación. Evidentemente los hopi, pueblo, navajo, zuni, pima más otras etnias competían en la belleza de sus creaciones. Las de los navajo tendrían especial aceptación porque formaban parte del lujo de jefes de otras tribus. A través de estas en apariencia piezas muertas de naciones agonizantes se puede destapar el pasado. Una frazada de líneas negras, azules y rojas, alternadas con decoraciones romboides fue entregada por el capitanejo Mariano a los vencedores blancos de Bosque Redondo. Otra proviene de la campaña de Kit Carson contra los navajo en 1863. Algunas de profanadas tumbas indias del Cañón de Chelly; una obtenida por $15 dólares en 1937 de una gasolinera en la cual la habría cambiado por un tanque de combustible un viejo "español". Los tejidos más modernos no son ya parte del vestuario de jefes y representación de orgullo. Sin dejar de ser exquisitas obras de arte son producto del trabajo esclavo en las propiedades patronales. El conquistador se apropia con eso del alma de su oprimido. Lo exprime, le quita lo último con que contaba, la esencia misma de su nación, y ya agotado el objeto de su infamia le corta sus posibilidades de futuro. El tejido pasa de ser vida a ser recuerdo.
13/12/03
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Publicado en Opinión (Cochabamba), diciembre, 2003
Imagen: Manta navajo (Primera Fase), principios del s. XIX/Museo Bowers
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