Monday, August 29, 2011

Tierra de nadie/MIRANDO DE ARRIBA


La geografía europea ha sufrido constantes transformaciones. Delimitar el espacio de sus pueblos resulta un tanto difícil. Unirse para formar un conjunto de intereses comunes parece lo más razonable. El problema que trae esta unión, en el caso de la nueva o posible inclusión de los países del este dentro de la comunidad, es la marcada diferencia económica con sus pares occidentales. Sin embargo, el ejemplo de España, hoy el segundo inversor más grande detrás de Estados Unidos en América Latina, demuestra que hay situaciones que se pueden cambiar.

La República Checa mantiene un potencial industrial inmenso; otros países más pobres cuentan con el recurso del turismo. Polonia, nación que un día fue grande y que tuvo que soportar la presión de dos ejes poderosos en ambas fronteras que eventualmente la hicieron desaparecer, intenta agregarse al grupo con poco a ofrecer. Su vecino occidental, una pujante Alemania, campeona de la unidad europea, aguarda. Buena parte del oeste polaco fue un día Alemania. Ciudades de gran tradición germánica como Breslau -hoy Wroclaw- pasaron con la derrota de las fuerzas nazis, como compensación, a formar parte de la nueva república polaca. Lo que el armisticio quitó del país en el lado ruso lo compensó en el germano. Polonia redujo su extensión geográfica total, los grandes bosques y pantanos de Volinia y Bielorrusia, pero ganó hacia el Elba regiones industrializadas, habitables, cultivables y de larga tradición urbana. Hoy que existe la posibilidad de ser miembro de la Unión Europea, se presenta el conflicto de esas tierras que comienzan a ser reclamadas por sus antiguos dueños teutones. Los alemanes traen dinero suficiente como para comprar. El gobierno de Polonia quiere defenderse de una posible disgregación geográfica y emite leyes que vetan el derecho de los extranjeros a adquirir territorio nacional. Alemania alude que miembros de la comunidad pueden ser propietarios en su país. El asunto está en que los empobrecidos polacos no pueden hacerlo y sí los ricos vecinos. Cuarenta hectáreas cuestan alrededor de 70000 dólares y muchos granjeros polacos, con escasos recursos para subsistir y menos para industrializar sus tierras, están dispuestos a vender. ¿Implica esto una tercera invasión alemana? ¿O los asuntos comunales en Europa se manejarán en igualdad de condiciones? El precio de pertenecer a la comunidad -o de sobrevivir- para algunos puede ser muy alto.
17/1/04

Publicado en Opinión (Cochabamba), enero, 2004

Imagen: Breslau en 1929

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