Monday, December 28, 2009

El sueldo de octubre


Por voluntad propia, dejé culos e izquierdas y me metí de
obrero, cortador, pulidor de mármol, mosaiquero
Los más pobres trabajaban las piedras para los más
ricos. De las sucias manos crecían mesones verdes; negros
mármoles se convertían en preciosos lavamanos. Y de las
piedrecillas de desecho hacíamos mosaicos sin par.
Las pulidoras mojaban las opacas piedras. Y como joyas
lavadas iba apareciendo el mármol brillante. O unas piedras
llamadas "aguayo" que venían del sur del país y eran como
mantas tejidas por los huacas. Bellas y mortales. El
trabajador no tenía máscara, el polvo entraba a los pulmones
para no salir otra vez, e iba mezclado con el agua usada
para enfriar las cuchillas.
Trabajo a la intemperie. Primero romper las piezas con
gigantescos combos. Golpear y golpear hasta hallar la vena
que haría partir la piedra. Luego arrastrarlas
hasta las máquinas, cortarlas y darlas a los "maestros".
La Central Obrera Boliviana peleaba y conseguía salarios
mínimos. Era 1984. El básico aprobado era de treinta y
cinco pesos. Pero los obreros del mármol ganábamos
diecisiete, lo que equivalía a ocho dólares. Cuando cobré
el primer salario, nos fuimos a la chichería y me gasté
quince pesos. Me quedaban, teóricamente, dos pesos para
vivir el resto del mes. Esos dos fueron mis tejos de
rayuela. Al cobrar había terminado de vivir. Y en la
borrachera de aquella noche recordé mi alegría de meses
atrás, con G. Este era un mundo muy distinto y no era
mejor. Pero mis compañeros no tenían la ventaja de hacer
comparaciones, estaban condenados. Hundí así el recuerdo
de mi amor y por los casi dos años siguientes fui más célibe
que Papa nuevo.
Cuando voy de visita a alguna casa extravagante y miro
el piso digo: yo sé hacer mosaicos como éstos. Y los
dueños creen que son veleidades de intelectual.
¿1996?

Inédito

Imagen: Fotografía de obreros (¿?)

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