Sunday, January 9, 2011

Nostalgias bolivianas


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

a Miguel Sánchez-Ostiz


Aunque no se quiera este asunto de las fiestas de diciembre, sumado a un frío infernal, hace pensar en lo que uno dejó atrás, los maletines de la diáspora, el recuerdo, los vivos, los idos, lo que no se hizo y lo que se pudo hacer. ¿Es para siempre? La respuesta para ello suele ser vaga como la pregunta misma.


Hoy, encima, pero un buen encima, un amigo, poeta navarro y cronista y novelista y nudista tal vez en serio ya que se desnuda en letras, envía un paquete con un libro,
Cuaderno boliviano, que en las primeras páginas -hablando de Valparaíso- ya huele los humores del Ande y se acerca inmisericorde a mi refugio de invierno “patiperreando” con los pasos de un oscuro y luminoso escritor paceño, Viscarra, de quien algo hablamos en las mesas de El Caracol en la noche cochabambina que acababa de arrebatarme a mi madre.

Acaricio las páginas que el autor sospecha ingenuas, pero ingenuos nos acercamos a las cosas que amamos y sentimos. Tanto conozco Bolivia que se me hizo desconocida. Quizá porque es nueva, porque su dinámica difiere tanto de las otras de América mientras hablo con indios de El Salvador, de México, de Nicaragua, de Guatemala, indios que se asemejan a mí y sin embargo se alejan. Entre bolivianos cambia, nos olisqueamos como perros, desconfiamos; recelo y sentimientos bajos como bajo se pueda estar. Enemigos y de pronto fraternos, solidarios, recordables y risueñamente próximos. Amigos que de borrachos te cantan los odios que te tienen, y que luego te besan y que en algún momento se harían matar por ti y en otro correrían abandonándote a tu suerte. Pero que en la fiesta, y en la divinidad del alcohol, trashuman contigo por mundos ajenos al mundanal ruido, a la modernidad, donde el entorno salvaje nos hermana, y entre hermanos bebemos, para olvidar y acordarnos.


Meses atrás una hermana me anunciaba la muerte de un amigo de antes. Murió como Viscarra y como él era un escritor desconocido y único. Así se muere en Bolivia, así mueren sus escritores que son los más desolados del mundo. Raúl Choquetaxi paseó París y Barcelona, extrañando siempre las orillas del estanque de Coña-Coña. En España flameó con los gitanos, tal vez los únicos que logran alcanzar el frenesí de Bolivia (ni siquiera los rusos). Será que todas las sangres y los odios se juntaron en nos, se empozaron en el alma diría el indio eterno, Vallejo.


También en El Caracol, porque me habían prohibido entonces ingreso a otros cafés donde alguna vez recité versos obscenos y robé esposas, y porque era disidente de la revolución para mayor jodienda, bebíamos con Raúl Choquetaxi, y Julio, y Chino, y Jimmy, y etcétera, cerveza. En medio de los saludes Raúl metía mano al bolsillo y sacaba botellitas de alcohol de farmacia, llamadas en la jerga popular “cascos azules” (por su tapa azul y por las fuerzas de salvamento de la ONU) y escanciaba el veneno claro en los vasos colectivos. Sabía a muerte, la muerte lo rondaba con casco azul, tal vez para salvarlo y llevarlo a donde se descansa porque la vida así puta vida es.


Dura, pobre, ágil y lenta a la vez fue la vida de nosotros jóvenes, batalladores del trago y suicidas ansiosos de vida. Entre varios reuníamos monedas para comprar una jarrita, una jarra, un baldecito, un balde, una lata de chicha. Y con el resto comprábamos pan, al centro de la mesa, y como Cristo, tal vez por ser la última cena, repartíamos perdiendo el contacto de las horas con pan y licor de maíz.


Luego nos fuimos yendo. Primero Elmer, a San Francisco, con previa odisea mexicana. Después Chino a Los Angeles, Jimmy a Manassas, Julio a Filadelfia, yo a Alexandria. Raúl se quedó, hasta que el amor juvenil lo arrastró a España, y ya la relación de todos se ahogó en los relojes, se enfangó en una lágrima.
04/01/2011

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Publicado en Ideas (Página Siete/La Paz), 09/01/2011


Imagen: Eduardo Zamora/Los borrachines, 1987

2 comments:

  1. Estimado Claudio, Me gusto mucho el artículo referente a mi tío Raúl, lo recordaremos siempre como el bohemio anti sistema, si tienes algún escrito de el o alguna otra anécdota te agradeceré la compartas tshallc@gmail.com ,
    Saludos Thomas Hall Choquetaxi

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  2. Cuando tenía 6 años recuerdo que mi tío Raúl me leía cuentos por las noches, pero no eran cuantos ordinarios, eran cuentos que no comprendería hasta mis edad adulta, o como diría el hasta ser adultera.
    Eran cuentos que describían el paso del tiempo, inmisericorde e inevitable. Cuentos que luego me ayudarían a entender la inevitabilidad de la mortalidad humana y la fragilidad de nuestra existencia. Con eso dicho creo que cabe recalcar que cada día se convierte en algo aun más valioso y por ello uno lo aprende a vivir más intensamente. Aquellos cuentos que marcaron mi vida, mi filosofía de existencia y que ahora serán transmitidos a nuevas generaciones a través de mis acciones, son la herencia que recibí de mi tío más controversial.
    Cuando pienso en el, ahora que ha dejado de existir, y me veo en la necesidad de recurrir a mi memoria para no perder su esencia y hacerlo inmortal; recuerdo que de pequeña me solía llamar sanguijuela por que me pegaba a mi mama como una ventosa y sabandija porque están siempre lista a tomar ventaja de la situación que se presentara. Naturalmente yo no comprendí esas palabras hasta muy tarde, si no hubiera gritado, llorado y pataleado de indignación. Como ven hoy esas palabras me traen una sonrisa de satisfacción porque si le he sacado el jugo a la vida y si me tomado ventaja de todas las oportunidades que he tenido!
    También recuerdo sus pelos negros gruesos y parados y el hecho de que se duchaba hasta 2 veces al día, costumbre que en La Paz Bolivia no era muy aceptada en los años 70. Alguna vez trajo a casa a sus extraños amigos, mayormente franceses y otras nacionalidades muy exóticas para mi;, además de sus amigos, me introdujo a la música salsa. Cosa que no aprendí a apreciar hasta hace 6 años cuando tome clases de baile y pensé en lo mucho que él había debido bailar, en particular recuerdo su cantante preferido Rubén Blades y la “Chica Plástica”, así como también Pedro Navajas “… “La vida de las sorpresas, sorpresas de la la vida hay Dios”.
    Es así como he decidido recordar a mi tío, lleno de humor, generoso y siempre sacando lo mejor de la vida. Sé que a él le encantaría que celebráramos la vida en vez de llorar así que los invito a tomarse un buen vino en su honor y brindar por “La vida de las sorpresas, sorpresas de la la vida!”
    Te vamos a extrañar tío Raúl, pero ahora eres inmortal en nuestra memoria y en nosotros mismos!
    Andrea

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