Tuesday, March 20, 2012

Los mismos/MIRANDO DE ABAJO


Una cosa difícil de entender es el constante vilipendio de los Estados Unidos por parte de Evo Morales y sus acólitos, seguido del también constante extender de manos para la limosna, así venga del enemigo.

La retórica de un país autónomo, libre, en vertiginoso avance hacia la grandeza, se la creen aquellos que lucran con el estado de las cosas. Lo cierto que el único progreso alcanzado debe estar a nivel personal, y escondido, porque la bonanza que pregona el Amo permanece invisible. Sin duda las cuentas bancarias de los patrones de turno se abultan. Extraña, sin embargo, que no depositen sus ingentes ganancias en bancos locales, o que creen sucursales en Orinoca o Ancoraimes. No, los defensores de los pobres, los plurinacionales que reclaman a Marx y a Lenin como sus ancestros ideológicos, son clientes de la banca suiza, o de los paraísos financieros sobre los cuales habrá bien asesorado Venezuela.

Esto no es solo fraude e impostura, es traición. Qué oponer a aquello deviene en pregunta. Perdemos cuando alrededor lo disponible para enfrentarlos está conformado de gente también de corrupto historial. Pareciera que no existe otra forma de hacer política en el país. Y los adláteres de la destrucción boliviana baten palmas hoy que ven a los líderes sindicales de un movimiento de veras popular, no obligatorio, como el del Tipnis, asociarse a partidos o personajes para algo mejorar su condición de vida. ¿Dónde está el pecado? Es obvio, aunque en particular creo ser un error, que la gente por necesidad, y aprovechando cierto protagonismo, intente superar las limitaciones materiales que tiene. ¿O acaso los elegidos, los únicos posibles señores con carta blanca son los masistas?

Es tan mezquina la política en el país que no hablamos de discusiones ideológicas. Todos, intelectuales incluidos –o sobre todo-, ven que al fin pueden percibir salarios a costa de abyecciones, así provengan del dinero excedentario que genera el narcotráfico, y defiendan a rajatabla lo indefendible, decorando sus febles convicciones con estadísticas y discursos que hemos visto ya.

De ser el Tercer Mundo hemos descendido al Hades, donde revolución y cambio son sinónimos de aberraciones sin nombre, dichas y hechas por individuos sin capacidad alguna, con verbo nacido de la estulticia y del cliché, de lecturas erráticas y diretes oídos al azar. Hacerse del poder, de las arcas del poder, suele disimularlo. Pero no hay oro que compre eternidad, y la vergüenza que significa la testa boliviana hoy será baldón difícil de eliminar. Se ha instaurado una prédica de odio, de discriminación, de revanchismo azuzado por onegenistas y jesuitas pederastas (uno de ellos al menos), amén de segundones y rejuntados del fracaso. Duro y peligroso entregar las riendas a quienes cuya costumbre era simplemente acarrear los aperos. Lo digo sin denigrar a los que, como yo, hemos construido las vidas en torno al trabajo. El poder no debe ser privativo de las castas educadas, pero tampoco es mérito suficiente el estado de miseria. Y a eso hemos llegado, al pobrecito llamero que por descalzo tiene derecho al feudo. Y si le añadimos el aura sobrenatural que ha impuesto sobre el pastor su canciller, ya nos metimos en camisa de once varas: el resurgimiento del fascio en versión andina, con los habituales amanuenses para quienes lo disidente resulta siempre herético.

Mientras tanto a extender las manos, a ver si algo nos cae del cielo, o del infierno.
20/03/12

Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 20/03/2012

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