Sunday, December 19, 2010

Historia de dos asesinatos/ECLECTICA


Más bien de dos justicias. Pero no hablemos hoy de las motivaciones o las justificaciones de los asesinatos políticos. Además, su variedad impide la generalización. Israel alega derechos para eliminar físicamente a los que amenazan su seguridad. Hamas se defiende de aquellos que no sólo amenazan su seguridad sino que se la arrebatan. El pensador Bush, que igual al de Rodin tiene la cabeza de piedra, inventa necedades para explicar su hombría de bien de liberar a los iraquíes del monstruo que los atenazaba. Tanta multiplicidad obliga a tomar cada caso en privado.
Dos autores latinoamericanos, uno peruano y el otro nicaragüense, se dieron a la tarea en los últimos años de novelar las ejecuciones de Rafael Leónidas Trujillo, amo de la República Dominicana, el primero, y Somoza padre, dueño de Nicaragua, el segundo.
Mario Vargas Llosa escribe La fiesta del Chivo con sobriedad, con evidente y abrumadora información. Al ser una obra de ficción, debía incluir personajes cuyo nexo circunstancial con el tema central sirviera para darle soltura e impedir un documental. Sin embargo falló en ese aspecto. Es su único punto flaco. Relatar la vida de seres reales, el caso de los conspiradores, en la novela, fue hecho con maestría y con la fluidez necesaria que le impedían ser un mustio texto histórico, pero su personaje femenino, Urania, que se liga a Trujillo en condiciones no inverosímiles, deja una sensación de pertenencia forzada que podría haberse evitado. De todos modos, la obra merece ser leída y no deja de ser excepcional. Vargas Llosa pone tanto empeño en la crueldad que esta fiesta sobrecoge. No es una novela fácil por la carga emocional que despierta en el lector. Vívidas situaciones con una constante zozobra sumergen al que lee en las oscuridades de la muerte o de su inevitable llegada. Letras de sabor amargo y la alegría de esta anonimidad e inmovilidad nuestra que nos permite ser ajenos.
Sergio Ramírez, escritor, exministro sandinista, profesor en el exilio, encara su particular asesinato con otra perspectiva. Su novela Margarita está linda la mar, premio Alfaguara, expone la odisea dariniana -de Rubén Darío- en un retorno a la tierra que será el último. El poeta, pobre, enfermo, acabado, viene a ser la metáfora de la patria, martirizada por un vil oficial de letrinas, Anastasio Somoza y familia, ungido casi emperador por la impericia del invasor norteamericano. Opuesta digo porque a pesar de que la conjura para acabar con el tirano se extiende por toda la obra, la vitalidad y sencillez de sus personajes, su algarabía, le da un tono a veces casi jocoso, atrayente, anecdótico y divertido. No hay en Ramírez la angustia que produce Llosa. La violencia, presente, no se expone brutalmente gracias al sutil manejo del lenguaje.
Trujillo y Somoza han muerto, ulterior detalle conocido. Cómo se teje su muerte, y cómo afectan los entretelones al lector, es cuestión de estilo literario.
30/9/03

Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), septiembre 2003

Imagen: Sergio Ramírez

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