Monday, December 27, 2010
La biblioteca/ECLÉCTICA
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Encontrar un libro autógrafo de Ana María Matute en la biblioteca pública de Denver fue un hallazgo. Entre alguna muy buena literatura en español, latinoamericana pero también rusa, norteamericana, el voluminoso "Olvidado Rey Gudú" de la autora española. Edición numerada de tres mil ejemplares, éste el 1789, con la firma de la incatalogable Matute. De cómo y cuándo el libro llegó aquí, no lo sabremos. Habría ella pasado alguna vez por Denver -lo dudo- aunque la película "Wilde" (Brian Gilbert/1997) comienza con el poeta irlandés en la cavidad de una mina de Leadville, Colorado, como afirmando que esta parte del mundo no fue ni está tan olvidada después de todo.
De Leadville conocí las calles, sus saloons donde cowboys de opereta aún llevan pistolas -descargadas- en el cinto; conocí su cárcel donde la largueza de las horas me permitió viajar la ruta de la seda en las letras del veneciano Marco Polo. De haber sabido que Wilde estuvo cerca hubiese romantizado mi estadía entre barrotes y noches con luz roja (como si los presos fueran prostituidos del tiempo).
Digresión afuera, la presencia de esta obra, mezcla de fantasía infantil, tragedia y mito, dio a los estantes del sector de lenguas extranjeras un aura especial. De por sí el ambiente es sereno y vacío. El tercer piso, donde se ubican los textos tratados, guarda algunos adormilados vagabundos que matan los días en la protección de las sillas: caliente en invierno y atemperado en el calor.
Al lado de Cortázar y Paz, de Góngora y Mallea, colecciones de minúsculas historietas mexicanas. Los espacios con obras de valor casi permanecen estáticos. Los volúmenes parecen nunca moverse. Lo contrario ocurre con los comics: las aventuras del Santo o Huracán Ramírez, de Capulina y Chanoc hacen las delicias del público. En el espacio dedicado al cine sucede algo similar: se prefiere al Gato de Chihuahua que a las películas de Arturo Ripstein. No hay juicio en lo que digo sino simple observación.
Ana María Matute, ganadora de los premios Planeta (1954) y Nadal (1957), publicó "Olvidado Rey Gudú" en 1996. No sería justo inscribir la novela dentro de la literatura fantástica del tipo que animó Tolkien con bastante anticipación, a pesar que tanto Tolkien como Matute se nutren de sus respectivas tradiciones, posiblemente convergentes en los ancestros celtas, y diferenciadas de manera notable en el estilo. La escritora nacida en Barcelona no alcanza los niveles de abstracción y profundidad del sudafricano profesor de Oxford; su intento se hermana con los cuentos de los hermanos Grimm, de H.C. Andersen y las fábulas de Charles Perrault a quienes dedica Gudú, sin eso implicar liviandad o pobreza literarias. Matute no necesita imitar. Sus musas y fantasmas valen de por sí.
Los marcapáginas que distribuye la biblioteca de Denver llevan una cita de Borges, así como la piedra fundamental donde se levanta el edificio: 'I Had Always Imagined Paradise As a Kind of Library." (Yo que me figuraba el Paraíso/Bajo la especie de una biblioteca). En ese edén de estantería y tropo el viejo anarquista Borges cobija a una niña y atormentada Matute, con sus príncipes y hechiceros, la reina Ardid y el rey Gudú.
06/04/2004
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Publicado en Los Tiempos (Cochabamba), abril 2004
Imagen: Ana María Matute y Olvidado Rey Gudú
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