Monday, August 23, 2010

Mareos de invierno/NADA QUE DECIR


Un canal televisivo informaba que “el país más pobre de Sudamérica” tendrá un proyecto espacial, con el futuro lanzamiento –y oficinas con presupuesto de 300 millones de dólares- del satélite Tupac Katari.  El propósito, aparte de comunicaciones, sería para defensa  ¿De quién tiene que defenderse Bolivia?, preguntaba el periodista. 
No sabía, ni saben, que el plurimandatario Evo está reinventando la historia, y el cine, para llevar el yermo andino a la Guerra de las Galaxias, con monstruitos aymaras, y señores negros que versen en inglés.  El papel de Obi Wan Kenobi sin duda le corresponderá, pero con nombre extraído de supuestos mitos y antigüedades que sus acólitos acostumbran hacer aparecer, soslayando la verdad de que los Andes son de por sí ya tan ricos que no necesitan veleidades de llameros locales.
Luego viene el asunto de los adobes del ex ministro de educación que, por su número, dan la impresión de haber florecido del piso, sin el mentado trabajo que el intelectual altiplánico muestra en fotografias. Raya en algo superior a  la estupidez tal problema. Patrañas de justicia comunitaria entre muchas.
El hecho de que los nativos americanos hayan sido sojuzgados y esclavizados por quinientos años no les da derecho a armar un esqueleto político-ideológico-mítico-religioso como convenga a sus dirigentes, como plazca a un reducido grupo de arribistas/verticalistas, demócratas espurios,  que han visto que la mejor manera de lucrar es despertar las fobias de tanto mal acumulado. 
Los pueblos no deben llorar, que porque me hicieron esto yo hago lo otro.  Pueblos que se compadecen de sí mismos no avanzan.  Y Bolivia se va quedando rezagada aunque el satélite Tupac Katari ponga cerco a las estrellas.  Estamos ante un caso de alucinación colectiva, con cerebros perversos que comienzan ya a dividirse en grupos: los k’aras:  García Linera, Llorenti...   y los autóctonos:  Choquehuanca, Patzi...
Bolivia no son sólo aymaras, quechuas o guaraníes. También etnias minoritarias.  Somos los mestizos a la vez que los escasos blancos.  Es el mestizaje de razas, cuyas ramas ninguna puede declararse pura, lo que ha sido y será el emblema enriquecedor de este país envilecido por curacas y caudillos.
Decía Pedro Trigo, estudiando a J.M. Arguedas, "No se trataría, pues, de regresar al pasado para restaurarlo materialmente, sino de buscar en él el hilo conductor para vivir de un modo valioso el presente que se sabe heterogéneo". Nadie niega la importancia, además de la hora, en que el indio se torne participante de la vida nacional.  Los errores son hechura de todos, sin excepción, y es tiempo de enmendarlos entre todos. 
Pero de ahí que se quiera imponer condiciones de vida, de pensamiento y costumbres "ancestrales" sobrepasa los límites.  No me trae lágrimas pensar que “ahora les toca a ellos”.  No, señor. 
Debemos salir de la beneficencia y de los bonos, de depender siempre de alguien.  El hombre tiene que mirar y marchar adelante con su labor.  Para igualarnos hay que trabajar, en verdaderas empresas socialistas que no divaguen como los fracasos conocidos por la historia, en empresas que reconozcan el valor y la diversidad de cada uno, sin preeminencia de raza ni de individuos, sin reyes, amos, curas, generales, yatiris o comisarios, sin quien desde arriba indique qué.
Mientras en Bolivia se idolatre a mil y un cabrones no hay salida.  Para crecer hay que destruir, pero éstos -como los otros- no destruyen nada, doran la feliz, y para ellos inamovible, píldora del poder, llámenle Pachacuti o Reich.

Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 14/2/2010

Imagen: Bastienne Schmidt/Carring the Coffin of a friend, Lake Titicaca, Perú, 1992

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