Tuesday, August 3, 2010

Un paseo por el cine


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Tantos restaurantes y tan poco tiempo, dice mi hija Emily, sibarita que combina salsa de maní con asado y mote con tallarín, que hace la salsa guatemalteca más picante y más rica con habaneros retostados. Tan poco tiempo para comer lo que se ofrece que hay que discriminar y adecuarse a las breves y simples posibilidades de que disponemos.  Lo mismo con el cine: tanto que ver y demasiada imposibilidad.
Para un artículo propuesto como éste lo mejor es obviar las convenciones y extraer de la videoteca, al azar, un grupo cualquiera de DVDs. Cierto que así no discriminamos y dejamos a la suerte el resultado, mas ya que hablamos de películas ya vistas, la diversión es perdonable. La primera opción es "Austeria" (Polonia, 1984), filme de Jerzy Kawalerowicz. Es una pena que del cine polaco sólo conozcamos a Kieslowski. No quito su mérito ni su maestría, pero la obra de cualquier país es mucho más que el trabajo de un individuo, en literatura, en cine, en política... Para mí Andrzej Wajda es lo mejor de Polonia, en sus películas convencionales (por así decirlo), no en aquellas que fueron coyunturales en un momento de aquel país en vísperas de la caída del comunismo. Magistral también fue su "Dantón", de la historia de Francia.

Retorno a "Austeria", una cinta que trata de un grupo de judíos huyendo de los cosacos en la ofensiva rusa de 1914 (leer Solzhenitsin). Se refugian en una posada fronteriza donde el dueño es igualmente judío. Lo interesante es observar entre los distintos conjuntos hebreos, hasiditas y demás, y saber que no se puede describir a este pueblo bajo opiniones -o anatemas- generalizantes. Su complejidad es tan enrevesada como cualquier otra. Bella fotografía de la Galitzia polaca, verde y nebulosa, región de magia y misterio, en Sienkiewicz, en Schulz, en Bashevis Singer.

Nominada para el premio al mejor filme extranjero de la Academia norteamericana, "Downfall" (Alemania, 2005), se añade a la lista de filmes controversiales, en un tema que la gente evita poner en controversia: Hitler y el nazismo. El director Oliver Hirschbiegel trata de los últimos días del Tercer Reich en el búnker de Berlín. Bruno Ganz hace el papel del Führer con la profesionalidad que lo caracteriza.

Basada en los diarios de la secretaria Traudl Junge, tenemos una visión humana de lo que sucedía bajo tierra. El imperio germánico ha perecido, las hordas asesinas corren en masa a refugiarse con los norteamericanos ante el avasallador e impiadoso embate del Ejército Rojo. Berlín resiste como puede y la cabeza del Reich se amarga ante la ‘traición’ de todos. Ya no es Hitler el genio dominador; es un pobre hombre acabado, tratando de asirse a cualquier esperanza que impida la destrucción de su reino ¿su filosofía? Sucumbe ante la realidad. Su muerte, planificada, carecerá de grandeza; fin premeditado de alguien que ya no quiere vivir, que, de algún modo, se volvió ajeno al entorno; un hombre ansioso de descanso. No Goebbels, y, por encima, la mujer de Goebbels, fanática a la que el mismo Führer rechazará. Los Goebbels envenenan a sus hijos y mueren, sin gloria alguna...

‘Bizarra y despiadada’, dicen los críticos Siskel & Ebert de "Profundo carmesí" (México, 1996).  Arturo Ripstein garantiza desde muy temprano una posición de privilegio para el cine mexicano en el contexto mundial. Su fílmica recrea en imágenes lo que Juan Rulfo quiso mostrar: un universo como flotante, latente, más que mágico, hechizado. En Ripstein, como también en Rulfo, el ambiente rural excede su medio, no es que se inmiscuya en otro entorno, o que se yuxtaponga a él, simplemente pertenece. No se puede afirmar que ninguno de los dos, literato y cineasta, fuesen ‘costumbristas’ como algunos califican a todo lo que tenga algo de campestre. El universo de Ripstein es casi surrealista, como surreal es México con sus plácidos lagos de flores y calaveras de caramelo.
"Profundo carmesí" es una historia de la crónica roja hecha arte. Una obsesiva mujer que abandona a sus hijos por un gigoló local. Celos y ambición convergen en una arista que llegará a ser insalvable, que destruirá a la pareja de amantes luego de un sangriento reguero de hechos truculentos. El ambiente no puede ser más adecuado. Espacio de desolación, de viento y árido, de olvido, mezquindad y miseria.

El año 2000 Arturo Ripstein dirigió "La virgen de la lujuria". Ambientada en un café al que acuden refugiados republicanos españoles que planean matar a Franco, el director desenvuelve otra historia de pasión, amor enfermizo y desventurado. Aunque no alcanza la magnitud de "Profundo carmesí", esta película es una odisea de color. Tomas que se acercan al arte de la pintura de manera asombrosa. Ante la capacidad técnica del decorado, el argumento y la actuación pierden significado, o trascendencia.

Mis sobrinos me habían aconsejado ver "Irreversible" (Francia, 2002), de Gaspar Noé. Advirtieron de la crudeza de las imágenes. La bella Mónica Bellucci es víctima de una brutal violación en el paso subterráneo de una avenida cualquiera. La trama se desarrolla durante un día y comienza con un chocante asesinato, a partir del cual se irá revirtiendo el texto. Me pregunto si la validez de esta cinta está en la dureza de sus acciones (me remito hasta "Man Bites Dog", de Rémy Belvaux), la violencia como generadora de arte y hasta de belleza. ¿Qué diferencia a una crónica policial sobre un hecho semejante de una obra de arte? Respuestas múltiples que tal vez en esencia se refieran al contexto del artista, la manera de decirlo o de mostrarlo, la ambigüedad de las situaciones, la angustia y la esperanza, la incertidumbre, la subjetividad, el estilo, la abstracción...

"Dillinger" (Estados Unidos, 1973) es una de las muchas excelentes películas norteamericanas sobre gánsters. John Milius triunfa al recrear el aire festivo y mítico que caía sobre aquellos que podían desafiar al sistema que los había traicionado (eran tiempos de la Gran Depresión). A propósito o no, el director ubica al espectador en un claro posicionamiento en favor del criminal y su banda, común en la fílmica mundial ("Charuga", Croacia; "El elegante criminal", Francia; "El Pibe Cabeza", Argentina; "Gotti", Estados Unidos). A pesar de que los críticos separan a "Dillinger" de "Bonnie & Clyde" creo que ambas no sólo comparten una misma ubicación histórica, y un mismo espacio geográfico, sino un espíritu similar, característico del cine norteamericano y de su media que quizá inconscientemente asumen la grandeza del crimen como el último acto individual. Ya notado por Octavio Paz, este fenómeno ha producido en el cine de ese país obras maestras como "El padrino", de Coppola, y la fascinante "Badlands" de Terrence Malick, contemporánea del "Dillinger" de Milius. 

El papel amenaza con terminarse y disto de alcanzar la docena de filmes visitados. Pero no quiero pasar por encima de "Volver" (España, 2006) que implica el feliz retorno de Pedro Almodóvar al buen cine. Luego de un trecho abrupto en creatividad, que incluye a "La mala educación", el genio español retoma con "Volver" su carisma irreverente, genuinamente divertido. El armazón de esta muestra ya se incluía en algún detalle de su antigua "La flor de mi secreto", como argumento de cierto libro de la autora personificada en la cinta. Implica ello, quizá, un retorno a las fuentes inspiracionales que lo hicieron grande. Aunque sus actrices favoritas (Carmen Maura...) ya envejecieron, Almodóvar puede aún sacarles momentos extraordinarios. Ni qué decir de la hermosa Penélope Cruz, madura ella y maduros sus senos, que redondea una perfecta actuación.

"300" (Estados Unidos, 2007) abarca variados aspectos de la vida contemporánea. La recreación de la epopeya de Leónidas y sus trescientos espartanos en las Termópilas, cae justo con el conflicto actual (no sólo en Irak) de la confrontación eterna entre Oriente y Occidente, entre Europa y Asia: Aquiles contra Héctor, Alejandro contra Darío. "300" es una joya visual si excluimos de su esfera una ideología barata e ignorante. La destrucción del hecho histórico, su tergiversación, no es inusual y puede ser aceptada como cualquier adaptación artística que no necesariamente debe cerrarse entre cánones tradicionales de certeza histórica. Zack Snyder logra una magnífica visión del pasado, que puede a la vez ser futuro, en mezcla de claroscuros y ocres donde la guerra es un horrísono río de sangre. 
El comic trasladado a la pantalla. La antigüedad mezclada con el porvenir, la fantasía en lo real. Culminación de un espíritu que se desarrolló en los Estados Unidos los últimos veinte años, que percibí cuando comencé a coleccionar esas figuras animadas que representan monstruosos guerreros medievales, salidos de la historia y de los sueños grotescos de las épocas oscuras (Dark Ages), de la imaginación y el mito, de los celtas y los autores góticos.

Termino con "Amarillo Mango" (Brasil, 2003). Premio CICAE del Foro del Nuevo Cine, Berlín. Claudio Assis, quien dirigió, dice: “El universo aquí, es el de una vida-satélite, el de los tipos que giran en torno a una órbita propia, coloreando la vida de un amarillo hepático y pulsante y no del amarillo del oro y de la abundancia”.  Muestra la existencia en una gran ciudad, Recife, donde cada cual sobrevive como puede y se divierte como puede. La abyección se asocia muchas veces con la miseria y es, en la miseria, donde parece más detestable y estrambótica. "Amarillo Mango" supera en calidad fílmica, argumento, dirección y actuación a "Ciudad de Dios", aclamada internacionalmente. Varias pueden ser las causas. Recife no es Río de Janeiro y su conjunto de historias individuales no alcanza la importancia social de las favelas de Río. No intenta Assis desenmascarar una realidad conocida. Relata vidas personales, cada una con tragedias y triunfos acordes a sus perspectivas, de una clase miserable o una clase media en proceso de empobrecimiento o desaparición.
Cuando los medios de supervivencia son limitados también lo es la visión del mundo. Y los pequeños individuos de Claudio Assis se concentran en una región física de la que no podrán salir. El título, sin embargo, "Amarillo-Mango" viene de la última escena cuando uno de los personajes femeninos, hastiado de su vida y con deseo de cambio, le dice al peluquero que le tiña el renegrido pelo y lo cambie por amarillo, "amarillo mango"... ¿dejo de esperanza?
27/09/2007

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Publicado en Brújula (El Deber/Santa Cruz de la Sierra), 13/10/2007

Imagen 1: Afiche polaco de "Dantón", de Andrzej Wajda, 1993
Imagen 2: Afiche de un ciclo de cine de horror


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