Monday, July 26, 2010

El culto de la personalidad/MIRANDO DE ARRIBA


“Pensando en Lenin me he preguntado con frecuencia si el culto de la personalidad no sólo resulta extraño, sino también desagradable para un hombre verdaderamente grande”, escribía en “Hombres, años, vida” Ilia Ehrenburg.
No es el caso nuestro, donde, aprovechándose de un matiz étnico, Evo Morales pasa de líder sindical a divo (estilo Juan Gabriel), esquivando aquella grandeza de la que habla el autor de “Julio Jurenito”, libro que apreció Vladimiro Ilich.
La apoteósica carrera de Fidel Castro, plagada de sublimes momentos como de oscuras situaciones jamás aclaradas, tuvo su momento histórico. La presencia del imperio solidificó al líder cubano y, posiblemente sólo gracias a ello, logró conservarse por tanto tiempo en el gobierno. Pero la gloria se tornó, a medida que pasaron los años y llegó la senilidad, en una farsa lamentable, donde un decrépito anciano mostraba la demencia incomprensible de aferrarse a los humos del poder.
Aún más lamentable es la imagen del titiritero de Caracas, aquel militar de quién alguna vez habló García Márquez. Hábil prestidigitador, hechicero del llano –todavía no en llamas-, Hugo Chávez juega una carta peligrosa. Sus dotes de orador son las de un chalán de feria, pero su excesiva soberbia tiene que causarle estrepitosa caída. No se compra eternidad con armas ni dinero, no mientras las bases que sustentan su país, asediadas por una pobreza endémica, corroen los cimientos de un reino elevado entre exabruptos y canciones rancheras, entre sombras como la de Bolívar, a quien el presidente intenta superar, y visos de telenovela venezolana.
Largos son los paseos por la galería de aquellos a quienes sedujo el culto a la personalidad. Cuando murió Stalin, el tablado se vino abajo y los jerarcas soviéticos se enfrascaron en dentelladas perrunas por su herencia (Malenkov estrangulando a Beria…). Hitler terminó como un triste y usado esparadrapo en un patio de Berlín. Abimael Guzmán, el presidente Gonzalo, cuestionada cabeza de una cuestionada guerrilla, es un despojo de olvido y de miseria. Y ahora Evo Morales, de indiscutible carisma, que no supo concretar una posibilidad única de cambio en el país, y eligió la moda, la sonrisa, posiblemente la riqueza, la fama y la idolatría a la seriedad de tener en sus manos una situación que quizá no retorne más a Bolivia.
El único culto aceptable, y que lo escuchen bien Morales y el siniestro Linera, es el de la corrección inflexible, que para el drama y el lucro tienen el teatro o el comercio.
6/4/08

Publicado en Opinión (Cochabamba), abril 2008

Imagen: Comic español (Super López/de Jan López), a propósito del tema

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