Friday, July 9, 2010

Música antigua/MIRANDO DE ARRIBA


Hay noticias más importantes en este crepúsculo de domingo, sin duda. La muerte del tirano Pinochet, entre ellas. Aunque darle importancia sería demasiado, ya que no ponemos énfasis ante la muerte de cualquier otro delincuente común.

Una sería la alborada del nuevo "socialismo" sudamericano en Cochabamba, con exégetas de la revolución que se amoldaron cómodamente a los esquemas de comercio capitalistas, tipo Chávez.

Mejor, en esta tarde calma que presagia futura tormenta, dedicar unas líneas a la música que toca la cassettera del auto de Alicia. La etiqueta reza "música antigua en español". Antigua de treinta años, de cuatro décadas a lo sumo, cuando aún no habíamos experimentado la dureza de vivir y desconocíamos el dolor del amor. Están Sandro, el excesivo pero franco optimismo de Palito Ortega, la todavía incomprensible amargura de Favio, Nicola di Bari, Doménico Modugno, Roberto Carlos, hombres todos que por sobre el horizonte gris de Colorado pesan en esta tarde más que los políticos.

En las líneas, en el ritmo simple de escasa sutileza y de profunda pasión de Leo Dan, perviven las imágenes de mi ciudad dormida, la Cochabamba cuyos taxis quinienteros paraban frente a la catedral para salir con pasajeros en una línea permanente que subía por la España y llegaba a Cala Cala, una pequeña urbe donde los hermanos y los padres eran el centro de atención, y los amigos y la escuela por donde giraban las novedades del día y las músicas nuevas. Dicen que Sandro vendrá, que estará en el Opera, comentan. Y la lujuria cadenciosa y triste de Sandro indicaba a nuestras mentes niñas que algo existía detrás de aquel martirio que significaba para él cantar, que lo escondido del futuro venía con luces promisorias que podían en instante convertirse en sombras. Sandro viene... los discos se venden como pan caliente en el Bazar Victoria, esquina de la Esteban Arce, donde un amanecer populoso de ofertas y bajos precios incluyeron en mi mísera colección disquera el forro negro y memorable de Let it Be.

El tiempo ha pasado. Casi somos viejos. Manejamos avenida Colfax abajo, mirando los tornasoles naranjas de la tarde en las montañas. Palito Ortega canta "Un muchacho como yo". De pronto apreciamos la inmensidad de la distancia, espacio y tiempo que se agrandan y nos damos cuenta que este viaje en carro no retorna, que muerto el sol anaranjado y oscuras las colinas, perecidos los amigos y los padres, huidos los amores, nos desvanecemos por los lejanos callejones de ayer y de entonces.
10/12/06

Publicado en Opinión (Cochabamba), diciembre 2006

Imagen: Leonardo Favio en foto de la época

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