Monday, July 12, 2010

Viaje al Mamoré/MIRANDO DE ARRIBA


Beni es tierra recién descubierta para mí. Un tema que requiere un espacio mucho mayor que el de esta columna. Sin embargo se puede hablar un poco.

Gran inundación cubre las tierras benianas hoy. Desde el avión sólo se ve agua, con islotes aislados de tierra alta. Los alrededores de Trinidad muestran una migración forzada de los habitantes campesinos, que improvisan a orillas de los caminos nuevas chozas, luego de haber perdido casi todo, o todo. Las escuelas de la ciudad están llenas de refugiados. Aún así los niños juegan y se bañan en la inundación, ajenos a la tragedia de verse en la calle.

Desde el río Ibare el campo parece una sola y gigantesca laguna. Viene esta agua de la lluvia y algo de desbordes, y todavía se esperan las riadas que asomarán en cualquier instante de lluvias más lejanas y no menos dañinas.

Viajamos en lancha por canales o brazos antiguos del Mamoré, navegables de nuevo; cruzamos la carretera invadida ysumergida. Por todo lado desolación y gran belleza. Sobre lo majestuoso en sí de la naturaleza se aviva la belleza del espanto, la del poder oculto que se cierne por encima de lo humano, imprevisible e impenetrable.

Cormoranes se sumergen por tan largo tiempo que parecen aves ahogadas. Extrañas golondrinas beben a ras del río. Un bufeo intenta un salto y, aunque los llaman delfines rosados, este era blanco como las blancas piernas de mi esposa.
Las comunidades reciben ayuda de azúcar, fideos, arroz, aceite, asuntos básicos, por una semana. Y de los improvisados pontones se adentran por sendas acuáticas en la febril jungla del llano.

El Mamoré mueve la barca mientras sus aguas parecen llenas de desatinos. El agua corre tanto en un sentido como en otro; el viento cambia cursos y hay lunares de agua mansa que presagian terribles remolinos. El Beni es así: versátil y bella mixtura.

De a ratos cruzan camalotes que me recuerdan las inundaciones del Paraná. Aquí como allí supongo que esas islas de vegetación acumulada cargan nidos de serpientes. Un nativo que se acerca a nuestro bote dice que la noche anterior mataron tres víboras que se escondieron en las almohadas. Hasta esos benditos y malqueridos animales buscan el sosiego del calor, la paz de la compañía, así con ellos sobrevenga la muerte.

Anochece sobre el Mamoré. Barcazas con ganado cruzan silenciosas. Hay algo de mágico, un tiempo detenido, extraño a los minutos, a los problemas, a los amores desgraciados.
18/2/2007

Publicado en Opinión (Cochabamba), febreo del 2007

Imagen: Antiguo grabado de una expedición al Madeira-Mamoré

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