Tuesday, November 23, 2010

Irreverencia del arte/MINIATURAS


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Decir que todo arte es de algún modo irreverente sería demasiado. Sin embargo ahí están Leonardo y Velázquez como intrusos en las pinturas, sacra una y aristocrática la otra. A da Vinci no le importa que su intromisión disguste al sacerdocio, posiblemente ni cuenta se dieron de su presencia en "La última cena"; tampoco al español que al incluirse en el retrato anuncia al futuro que quien importa es él y su arte y no esas enanas nobles, meninas de la casa de España, que el tiempo recuerda sólo gracias al pintor.

En la "Caballería roja" de Babel hay un hermoso cuento: "Pan Apolek". Los soldados de Budionni entran a un monasterio hundido en los bosques de Volinia y observan los murales que dicho artista, Apolek, realizó. Lo interesante es que los rostros de Jesús y los santos reflejan el del mismo Apolek y los puebleños de la zona. La referencia no podía ser menos sagrada. ¿Burla? O simple presunción de que lo divino es también cotidiano.

Cuando Lennon-McCartney crean "All you need is love" inician la canción con los aires de la Marsellesa. Una herejía que convierte lo épico en romántico, lo marcial en diversión. Siguiendo con la Marsellesa, la mejor versión que la desmitifica es la de Django Reinhardt y el Quintette du Hot Club de France; allí el himno nacional francés toma aires de swing y se transforma en música de baile, casi decir que los honorables muertos de la historia de Francia se convierten en alegres calaveras mexicanas de Guadalupe Posada y se ponen a bailar desgracias y contentos.

Miraba "El padrino III" de Coppola. Michael Corleone asiste a una ópera de gala. Los sicilianos sueñan con fundar aristocracia en América. Creen que el dinero mal habido unido al mal gusto se hace escuela. Los mafiosos entonces toman prestancia de duques aunque el burdo barroquismo no cubra su lastimera ignorancia. Digresión que me deriva a Caruso en "Una furtiva lágrima", sollozante y bellísimo denuesto del amor. A la trágica Italia el compositor brasileño Ary Barroso opone su versión tropical del llanto. Y, como en el swing gitano, las penas se olvidan en la irreverencia de la carne.
10/05/06

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Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), mayo 2006

Imagen: Ary Barroso y su orquesta en la Argentina, 1955

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