Monday, November 8, 2010

Santiago del Estero/MIRANDO DE ARRIBA


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

En homenaje a mi madre.

Será que llueve, que los árboles brillan de verde especial bajo la lluvia, que el cielo está negro como pecado y la vida negra como sombra que me cayó nostalgia del techo y pensé en mi madre, en su nacimiento litoraleño, con las riadas majestuosas del Paraná. Pensé en su juventud cordobesa, en una ciudad que era bella para nosotros hasta que la ira ladrona de los militares cortó un lazo profundo. Enmascarados como se ocultan los cobardes, arrebataron de Córdoba el halo mágico que tuvo en nuestra infancia. Malhaya los hijos de puta, que jamás regresen, ni aquí ni allá.

Pero la esencia de mi madre, de su valor indomitable de mujer, de su fortaleza a prueba de fuego, radica en su herencia santiagueña, atizado su origen vasco por salinas y esteros, algarrobos y mistoles de América. No hablo de su ascendiente francés paterno porque es más nuevo, mientras que por el lado materno su gente luchó contra un terreno inhóspito, contra los impenetrables bosques del Chaco bravío sumado al constante asedio de tobas, mataraes y abipones.

Tierra que hundida en la miseria cuando se pierde el Alto Perú -cuyo comercio fuera vital para el mediterráneo argentino- a España, prosigue con ardor para recuperar su pasado y logra en su caudillo Juan Felipe Ibarra el bastón por el que llegará la autonomía, y un breve solaz para un pueblo que nutrió la independencia con sangre y muerte en Salta y Tucumán, Córdoba y Potosí, Suipacha y Amiraya, en Sipe-Sipe y con Güemes protegiendo el sur de la reconquista goda.

"Yo encontré esta chacarera penando en los arenales"... canta el viejo Atahualpa Yupanqui, quien nombra a Salavina, a Chilca Juliana, al cielo donde moran los quechuistas, y excede en tristeza y belleza la geografía de Santiago. "Cuando pasen por Santiago, caminen sin hacer ruido"... Porque la provincia se ha dormido, duerme el sueño de la historia, donde los espectros de las guerras civiles y la barbarie de unitarios y federales trashuma por el campo cubierto de luz mala, y sólo despierta cuando la oscuridad borra las horas y se escucha en el gentío de árboles y espinas el espantoso frenesí de la Salamanca.

Nombres de pueblo que son como poemas: Añatuya, Sumampa, Atamisqui, Manogasta.. que añaden al fervor de Iberia la melancolía nativa.

Santiago del Estero debiera llamarse recuerdo; cada vez que lo vea recordaré a mi madre, suave y decidida al mismo tiempo, como los ríos Dulce y Salado que descubren su alma.

Inglaterra devoró sus telares. La guerra exterminó. Y de pie, como Alicia Coqueugniot Espeche, la vida sigue en Santiago.

"Gualicho me lo hace falta pa' hacerla llorar".
10/05/09

_____
Publicado en Opinión (Cochabamba), mayo 2009

Imagen: Amanecer en Añatuya

No comments:

Post a Comment