Thursday, October 7, 2010

Buen día a papá/MIRANDO DE ARRIBA


... parte de las ominosas palabras de René Barrientos Ortuño indicando el asesinato de Che. Primero había visitado, buen sirviente que era, al embajador norteamericano para recabar órdenes. Así, en esa orgiástica borrachera que significó el "triunfo" de las fuerzas armadas bolivianas ante un grupo de hambrientos, se truncó la vida del guerrillero.
Esto a raíz de haber visto por primera vez el filme de Fernando Vargas Villazón: "Dí buen día a papá". Una agradable sorpresa por un argumento que a pesar de algún desliz elude el melodrama. Tiempo habrá de hablar en exclusiva sobre el tema, ahora me aquejan los recuerdos de infancia cuando aún la lucha guerrillera era un hecho casi mítico, atractivo y misterioso aunque el gobierno se esforzase en vociferar sandeces en contra. Hito, en la vida boliviana, que entremezcla ideales con burdo nacionalismo, donde la lucha de clases, que supuestamente debía envolver a la población, se convierte en suerte de rito pagano en que la figura de Guevara pierde la aureola revolucionaria y se agencia una de santo. Si parece que la vida no
hubiera transcurrido desde la independencia, que las creencias no han hecho más que sofisticarse, sin progreso. La respuesta campesina a la incursión guevariana rememora con sus obvias distancias a la de Castelli. ¿Es Bolivia una roca inconmovible, o greda simple de moldear en manos de bota y sotana?
La aureola del Che no me toca santificada. Es cuestión de agallas y convicción, así cuenten diferencias de opinión o sentido. Pero duele, en primera instancia, porque fue vívido, y también porque el país aún -quizá nunca- no se desembaraza de la carga de su ejército, ducho éste -cabe decirlo- en artes viles y vencedor de guerra alguna excepto aquella contra los pobres.
Discrepo con el filme en su posible intento de dorar la píldora respecto del campesinado y la revolución (los tiempos dan para eso). Che fue traicionado por todos: labradores, comunistas, Fidel Castro... y su misticismo actual en medio de las masas del campo en Vallegrande tiene más que ver con cuentos de curas que con subversión. No queremos a Che santo; lo queremos hombre.
Existe un deseo subyacente de que regresen las dictaduras militares. El fantasma de Evo Morales -que se lleva muy bien con el uniforme- ha impactado tanto a algunos que anhelan el retorno de la "mano dura"; si observamos el ejemplo chileno parece que Pinochet la tenía muy suave para el robo.
Digresiones en torno a una figura que lastimosamente extendió su halo de fama a individuos como Barrientos y Ovando, indiscretos beneficiarios de tal aura más la limosna de los Estados Unidos.
11/9/06

Publicado en Opinión (Cochabamba), septiembre 2006

Imagen: Asbjorn Lonvig/Che Guevara

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