Sunday, October 3, 2010

40 años de Sgt. Pepper


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

a Alicita y Emilita


Trashumantes, trovadores, viajeros, The Beatles pasaron los últimos años, hasta 1966, en infinitos tours. Su música se expandió por el mundo. John Lennon, en arrebato de lucidez y de soberbia al mismo tiempo, afirmaba que ellos eran más grandes que Dios. Aquello causó inolvidable revuelo; en los Estados Unidos se quemaron sus discos.

La frase, intrascendente en esencia al hablar de algo metafísico, despertó del letargo los sueños ridículos de una sociedad acostumbrada a la cultura de la recua, de la masa informe, de los pastores depravados y su grey no menos depravada, hipócrita.

Ese fue el 66. Los Beatles se hicieron sedentarios. Se dice que eran muy trabajadores -a tiempo de grabar-, eficientes y responsables. De allí nació "Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band", el disco de mayor influencia en la historia del rock, una "aventura en concepto, sonido, lírica, arte de cubierta, tecnología de estudio", según Rolling Stone, una obra de "magia y trascendencia". Quizá, al pensarlo, aquel grupo de músicos que comenzaban a convertirse en profetas barbudos, fueron más grandes que Jesús.

Lennon y McCartney ahondaron en su conocimiento de la historia de la música, sobrepasaron su influencia de R&B, del Rock and Roll inicial. Practicaron con nuevos instrumentos: el piano eléctrico, el órgano Hammond; utilizaron instrumentos de banda; otros asociados a culturas ajenas. Apreciaron el arte musical antiguo. Es sintomático que los personajes: el sargento Pimienta y sus secuaces, apareciesen en la ya mítica película animada "Yellow Submarine" como un cuarteto de músicos clásicos. Hay críticos que, siguiendo ese camino, hacen relación o intentan comparar el arte de Bach o de Vivaldi con el de los cuatro de Liverpool. No hay necesidad de intentar asociación semejante. Unos y otros cuentan por igual en el desarrollo de la civilización.

Sgt. Pepper implica un hito para los Beatles y un hito también en la historia de la música moderna. Apenas salió a la venta, el talentoso Jimi Hendrix aprendió la canción principal (Sgt. Pepper) y la tocó repetidas veces en sesiones especiales.

Grabado en 129 días, el disco inicia un proceso de maduración en la banda. Ahora, aparte del ritmo y de la atractiva cadencia de sus letras, The Beatles funda una filosofía que en cierta manera destruye su imagen inicial de buenos jovencitos que alegraban a las muchachas. Las preocupaciones fundamentales no son sólo ya las del amor, al menos no del amor en términos exclusivos de romance. El mundo se agita y los músicos no pueden obviar su influencia. Sólo refiriéndonos al sonido eso es visible: la instrumentación en Sgt. Pepper es mucho más compleja que en el pasado. Más que como anécdota, lo que sigue vale como muestra: mientras los Beatles grababan "Sgt. Pepper" en los estudios de Abbey Road, un joven Pink Floyd, con Syd Barrett, también grababa en el cuarto de al lado su primer disco, el más sicodélico. Ambos eran augurio de cambio, del tiempo que sobrevendría aplastando las ilusiones de una nueva "belle epoque". A su manera el rock se hace combativo: los trajes de Sgt, Pepper y sus tres asociados son trajes militares, de banda, pero también de luchadores que, recurriendo de nuevo a "Yellow Submarine", intentarían hacer un balance urgente entre el Bien y el Mal.

La cubierta del disco fue un boom. Su creador artístico fue Robert Fraser, ayudado más que todo por Paul McCartney. Esa cubierta sería multifacéticamente calcada a lo largo del rock. Elvis Presley, que en inicio debía pertenecer a esa galería de notables que rodean a los Beatles no estuvo. Se desechó a Cristo y a Gandhi por la posible problemática relacionada con ellos. John quiso incluir a Hitler pero no lo permitieron. Karl Marx ocupó un espacio, pero cuando se hizo una edición rusa de "Sgt. Pepper" fue reemplazado por Rasputín.

Los personajes allí reunidos dan constancia del eclecticismo brillante de los miembros de la banda. Hay una pléyade de gurús, santones indios. El ocultista Aleister Crowley infunde un rictus de misterio. Bob Dylan sobresale en la parte posterior del grupo, mientras una muñeca lleva una polera de homenaje a los Stones. Freud y Carl Jung; Johnny Weissmuller y Mae West. Los literatos Poe, Stephen Crane, Lewis Carroll, William Burroughs, H.G. Wells... Oscar Wilde. El poeta Dylan Thomas y el pintor Aubrey Beardsley; W.C. Fields y Einstein; una figura de cera de Sonny Liston. Marlon Brando.

Una banda de corazones solitarios, la del sargento Pepper.

Parafernalia de color y vida. Esta emblemática multitud de rostros, ritmos, instrumentos, ideas, concepciones que trajo el disco consigo se unen a la imponente militarización del Vietnam, a las marchas por la paz, a los derechos civiles, a la guerra de guerrillas, a los dinosaurios del Kremlin y a los bribones de la Casa Blanca que significan los años sesenta.

Y aunque Lennon quisiera desmentir la relación de algunas líricas del disco con el uso de narcóticos, es algo de importancia trivial. Si "Lucy in the Sky with Diamonds significa LSD no interesa. Amamos la belleza de Lucy en el cielo con diamantes, o un día en la vida, "A Day in the Life", cuyo mensaje cifrado se nubla bajo el peso de su libre erotismo. No en vano alguien en la sombra susurra que "A Day in the Life" le produce inmensas ganas de acostarse y amar ¿te acuerdas?.
05/06/2007

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Publicado en Los Tiempos (Cochabamba), junio 2007
Publicado en Fondo Negro (La Prensa/La Paz), 2007
Publicado en Brújula (El Deber/Santa Cruz), 2007
Publicado en Puño y Letra (Correo del Sur/Sucre), 2007

Imagen: Cubierta de Sgt. Pepper

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