Monday, October 4, 2010

Lecturas/NADA QUE DECIR


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

El sacerdote Xavier Albó escribe en Cipca sobre Bicentenarios y descolonización. El punto que toca es válido pero el texto es tendencioso. Queda "perplejo" de las efemérides patrióticas de Bolivia y los pueblos de América Latina. Subyacente late la idea de que lo único válido es lo indígena, originario, aborigen y que se debe descartar el bagaje superfluo de la lucha criolla, e incluso peninsular (léase Lope de Aguirre), en estas tierras.

Su texto sirve para una lectura fácil de quien no quiera ahondar en la historia ni analizar los procesos sociales. Acepto que en un boletín no se pueda incluir todo, mas él, con su innegable aporte al país, no tendría que abandonar su carácter "científico" y lanzarse en proselitismo.

Cierto que las ideas de los libertadores fueron prontamente opacadas y/o destruidas. El destino de Bolívar, San Martín, O'Higgins, de los más notables, es una trama de engaño y de traición, algo muy fervientemente humano, y predecible por la complejidad de cosas en juego, a nivel local, continental, mundial. Pero eso no resta valor a su grandeza y no implica que fuera de ellos el panorama sólo retratara una sarta de advenedizos ávidos de rapiña. Hubo muchos hombres de alto ideario, entre criollos, indios, negros y españoles, y su lucha es merecedora del respeto y del recuerdo. Que Murillo combatiese contra el alzamiento de Katari, en favor de la colonia, no lo descalifica como héroe y tradición. No se debe olvidar que Mateo Pumacahua, cacique de Chinchero, fue instrumental en la derrota de Tupac Amaru, represor inmediato y, todavía en 1811, combatía junto a Goyeneche contra las fuerzas patriotas. Finalmente sus amos ibéricos lo decapitaron, porque ya viejo quiso, o le interesó, liberarse del yugo europeo. Y Pumacahua era indio. Dejémonos de paternalismo y entendamos las cosas como son: que indios, blancos y mestizos, y negros y amarillos y más somos iguales, grandes a veces, mierda las más.

Lo brillante de José Gabriel Condorcanqui radica en la amplitud de su lucha, multiétnica y polifacética. No hay visos, al menos no en términos ideológico-políticos, de racismo. No en vano los adalides de la independencia argentina y de América: Moreno, Castelli, Belgrano, fueron considerados "tupamaros". Se reconoce el legado revolucionario de las proclamas de Castelli. Ya en 1811 proclamaba la abolición de la esclavitud, la restitución de tierras al indio, la igualdad de clases, castas y razas. A Castelli no sólo lo destruyó cierta ingenuidad; también el reaccionario Cornelio Saavedra, y el clero, que hizo campaña por su destrucción entre la indiada. El doctor anticristo retiróse en derrota, mientras los curas recibían con salmos al ejecutor Goyeneche.

Al tiempo que Condorcanqui, también se rebelaba en el Perú Farfán de los Godos. Su gesta, criolla, no tan conocida, tiene que validarse. Anteriormente Juan Santos Atahualpa había conformado una victoriosa liga contra España, que anudaba, ya entonces, a los pueblos de la puna con los de la selva. Y antes que ellos, el criollo Juan Vélez de Guevara, en su manifiesto de agravios de 1737, denunciaba el robo del imperio de la riqueza de los naturales, el oprobio de su opresión.
La situación actual de Bolivia se presta a pasiones. Comprendo que Albó participe de ellas. Debiera no acusar a los mártires que pagaron con sangre, sino denunciar a la Iglesia, su Iglesia, como parte activa del genocidio en América, o como prefiera llamar a esta tierra (llámela Eva). Pero no pervierta.

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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 26/07/2009

Imagen: José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru

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