Monday, October 25, 2010

Las paradojas del rock/ECLÉCTICA


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

The Wall, del grupo inglés Pink Floyd, alega contra la educación castradora, las dictaduras y la opresión, contra la soledad del individuo, por el amor y la alegría. Mantiene cordura con su producción anterior, con la esperada "maduración" que con los años conduce a claras posiciones ideológicas, a diferencia de una juvenil rebelión confusa a ratos.

La izquierda podría reclamar con justicia a una banda como Pink Floyd como parte de su espectro -a excepción del imbécil de Ted Nuggent, guitarrista extravagante, miembro de la Asociación Nacional del Rifle y de la ultra derecha, individuo para quien el uso de las armas y el sacrificio "deportivo" de especies salvajes demuestra el machismo de la reacción norteamericana, aquella que para exhibir su falsa hombría compra gigantescas camionetas (trucks) que no son otra cosa que la extensión de sus genitales-. Los músicos modernos, aunque ya algunos lindan los sesenta, han formado siempre parte de la oposición liberal. Rage Against the Machine ha ido más lejos con indudable opinión radical, con letras que desafían la retórica enrevesada de los grupos de rock metálico y sus aberrantes dilemas musicales mezcla de droga e idiotez. Ozzy Osbourne, el preciado "rebelde", parece haber hallado causa y disfrutar ser la mascota estupidizada del consumismo mientras combate con médicos y religión sus desmanes narcotizados y alcohólicos.

La paradoja del rock, sobre todo en Norteamérica, ha sido la facilidad con que fue absorbido por la sociedad de consumo. Poco queda de la lujuria libertina de los años sesenta. Aquellos que caminaron desnudos en Woodstock se cuentan entre los miembros más prominentes del status quo. Son cómodos burgueses o, peor aun, participan del expolio mundial desde sus oficinas en Wall Street.

El último rastro de la época está en los motociclistas (bikers) que conforman sociedad aparte. Estos individuos caracterizados por su vestimenta "hippie", su proverbial mugre, barba y máquinas Harley-Davidson, contrariando su apariencia son el corazón del fascismo norteamericano, mixtura de supremacismo blanco y discurso de "libertad y democracia". Estos engendros de un tiempo que al menos literalmente buscaba la armonía, deambulaban los "roads" del centro y oeste del país, comerciando con droga y dándoselas de últimos representantes de la independencia individual. Se reúnen cada año en Sturgis en interminables bacanales que rememoran sus bárbaros ancestros germánicos. Sin embargo reclaman para sí la música de Jim Morrison, Pink Floyd, Bob Dylan, Led Zeppelin, entreverada con Willie Nelson, baladas country, Heavy Metal, Lynird Skynird y basura similar. O no entienden el mensaje o de manera simple no pueden analizar -como su presidente "W"- ninguna conjunción de más de cuatro palabras.

Lo mismo sucede con las radios. Hay estaciones y talk shows reaccionarios que vapulean la inmigración ilegal -de la que viven-, la diversidad racial, Francia que no quiere inmiscuirse en Irak, culaquier opinión que intente sensatez en la actual coyuntura de necedad y vicio. De pronto, luego de hablar contra la Acción Afirmativa (que permite cuotas étnicas para ingresar a universidades o conseguir contratos y trabajos), ponen una canción de Jimi Hendrix, olvidando su negritud. Tocan los Doors sin comprender el mensaje de cambio en la sugerente voz del vocalista. ¿Cómo podrían captar las sutilezas que de William Blake y Arthur Rimbaud pasan a la lírica morrisoniana? O Pink Floyd, cuando menciona al milico argentino Galtieri, probado asesino. ¿Será que los derechistas son seres etéreos exentos de las minucias del entendimiento, débiles mentales de exacerbado ego?
09/03/05

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Publicado en Brújula (El Deber/Santa Cruz de la Sierra), marzo 2005
Publicado en Fondo Negro (La Prensa/La Paz), marzo 2005
Publicado en Puño y Letra (Correo del Sur/Sucre), marzo 2005
Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), Domingo, 13 de marzo, 2005

Imagen: Peter Blake/Rock & Roll, 2000

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